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Aprendizaje
 

Inicialmente el aprendizaje es una dinámica vital ineludible; se trata del proceso de integración de nuevas comprensiones destinadas a evolucionar la vida de nuestro organismo. De forma natural siempre estamos aprendiendo y aprendemos de una manera global e interrelacionando nuestras dimensiones: la física-energética, la emocional, el intelectual.

Buscamos una experiencia de aprendizaje sólida, arraigada, viva. Para que esto se dé, el proceso debe tener como eje el deseo y la necesidad propia, el respeto al ritmo propio y recorrido, la posibilidad de contactar con lo que me atrae de forma intuitiva e involuntaria, con lo que quiero o me interesa conscientemente y poder avanzar con autonomía hacia esto.

¿Qué aprenden los niños y niñas?

Cuando se habla de aprendizaje, a menudo se limita este concepto al aprendizaje de conocimientos. Incluso suele quedar aún más reducido al entender que se refiere a los conocimientos intelectuales. El aprendizaje, por el contrario, es un concepto ilimitado; no sólo porque es imposible dejar de aprender mientras existe vida, sino porque los objetos del aprendizaje son infinitos. Cada niño y niña debe aprender a andar, a hablar, a tolerar la frustración, a tener en cuenta a los demás, a entenderse, a conocer el lenguaje de las emociones, a expresarse de forma que permita la comunicación, a conocer su cultura y la de los demás, en conocer su cuerpo y sus capacidades, en elaborar pensamientos propios, etc. Esto significa que es todo el ser el que aprende y que los aprendizajes no pueden ser parcelados ni aislados unos de otros; el aspecto físico de actuar y percibir el propio cuerpo, el emocional de sentir y conmoverse, el intelectual de asimilar información y procesarla con el pensar, así como la capacidad de expresarse en todos ellos lenguajes, forma parte de un todo indisociable y absolutamente interrelacionado. En El Roure no existe el currículum ni las programaciones sobre los contenidos de los aprendizajes; en todo caso, existen recursos, materiales, espacios, situaciones y posibilidades en continuo movimiento y el propósito de que el abanico de todo lo que acontece sea lo más completo posible dentro de lo que creemos conveniente para las niñas y los niños en estas edades . Por otra parte, posiblemente, uno de los aprendizajes indirectos más interesantes que se pueden llevar los niños y niñas (y madres y padres) de aquí es que el presente es el que genera continuamente posibilidades de aprendizaje realmente interesantes y valiosas . Tan sólo si respetamos este continuo devenir con una actitud humilde y prudente, los aprendizajes dispondrán del valor y de la intensidad de lo que está vivo.

¿Cómo aprenden los niños?

El aprendizaje no es un proceso lineal, progresivo, rítmico y aseado; tampoco debe estar ligado continuamente a la conciencia; está más bien ligado al bienestar vital y, consecuentemente, al ambiente, a la calidad de la vivencia y la comunicación. Por este motivo, es posible observar tanto recorridos con carácter constante y gradual, como repentinos y con avances sorprendentes. De una forma u otra, estamos convencidos de que lo que determina la solidez de lo aprendido no es el tiempo invertido, la hipotética adecuación del contenido a la edad, ni siquiera la metodología escogida. Nuestra atención no puede centrarse en lo que se puede diseñar desde el exterior para niños y niñas. Creemos que es urgente desterrar la idea de entrenamiento, del valor de lo cuantitativo en relación con el aprendizaje. En la práctica, hacer con sentido (leer, escribir, hablar, moverse, relacionarse, crear...) significa que todo el organismo está activo, implicado en la vivencia, y eso es lo que permite que el aprendizaje entre y sedimente. Todas las capacidades intelectuales, la afectividad, la creatividad, la imaginación, los sentidos, están participando, y esta implicación es lo que hace recoger la impresión y asimilar lo conveniente de este momento, privilegiarlo en la memoria y, desde allí, asociarlo y transformarlo, transformarse, crecer. Ofrecer la posibilidad a los niños y niñas de seguir su impulso vital y explorar lo fundamental, no es sólo priorizar su bienestar, sino también apostar por una relación de amistad con el aprendizaje.

Actividad autónoma y actividad estructurada

En El Roure, los niños y niñas se mueven constantemente, de forma fluida y voluntaria entre dos experiencias de aprendizaje y relación: la actividad autónoma y la actividad con mediación del adulto. La actividad autónoma y espontánea es la natural y necesaria durante toda la infancia. Es a través de esta actividad que el niño busca y encuentra lo necesario para su bienestar más íntimo, según una sensible guía innata. A lo largo de toda la infancia, esta actividad consiste principalmente en el juego; es la vía de la experimentación imprescindible para el aprendizaje; es decir, para la comprensión de sí mismo en el mundo que le rodea. En el desarrollo de una actividad estructurada en la que ocurre la relación con el adulto, los niños y las niñas descubren una dimensión diferente; pueden asomarse con él para ver aspectos de la cultura adaptados a su mirada, se les pueden presentar nuevos interrogantes y descubrimientos a los que sin esta mediación no podrían tener acceso. En esta relación, el adulto no hace de enseñante; simplemente abre nuevos horizontes y acompaña en la aventura de una nueva incursión investigadora.

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