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Orígenes
 

La escuela El Roure inició su trayectoria en 2001 en una finca rústica del municipio de Mediona, en el Alt Penedès (Barcelona). La fundaron Begoña González y Cristóbal Gutiérrez, como un paso más en la evolución de su concepto de escuela, que llamaron escuela viva, después de fundar La Casita en 1996 en el barrio de Gràcia de Barcelona.

Las raíces del proyecto educativo son la experiencia de crianza, la experiencia con el Seitai y la Sistémica familiar y algunas inspiraciones de pedagogías innovadoras del s. XX (Montessori, Freinet, Neill, Piaget, Malaguzzi, etc.). La línea pedagógica se fue concretando y desarrollando a través de la práctica cotidiana con los niños,  a partir de muchas preguntas y algunos criterios que iban clarificando y confirmando. El apoyo, la confianza y la implicación de las primeras familias y miembros del equipo Fueron decisivos para la creación de La Casita (2 a 6 años), en el barrio de Gràcia de Barcelona, en 1996, y posteriormente también para la creación de El Roure (3 a 12 años) en Mediona, en el Alt Penedès, en el año 2001.​

 

La semilla de El Roure encontró las condiciones más favorables para germinar y crecer. Una persona cercana hizo de mecenas ofreciéndose a comprar la preciosa finca que elegimos para ubicar el proyecto. Empezamos con 6 criaturas que venían desde Barcelona y se quedaban a dormir en la masía tres días a la semana y poco a poco el grupo fue creciendo y las familias participantes realizaron todo un cambio de vida trasladándose a la zona . Estas primeras familias se entregaron en cuerpo y alma a la reforma de las edificaciones e implicaron a familiares y amigos. Fue una época de trabajo exhausto, tanto en la reforma y adecuación del espacio y en la preparación de materiales educativos como en la reflexión y evolución de la metodología, la organización y la explicación de la línea educativa que estábamos creando. Como todo comienzo, se vivió en un ambiente de ilusión y de implicación muy intenso entre el equipo, familias, amigos y profesionales que colaboraban de forma desinteresada. Compartimos sudor entre cemento, escombros y pintura, horas de cocina, tertulias pedagógicas en sobremesas de grupo, sueños, incertidumbres y mucha confianza. Fueron tiempos de carencias económicas y dificultades constantes, en las que no existían las vacaciones, nos abrumaban los quebraderos de cabeza... y nos empujaba una fuerza inmensa.

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